Carta N3

25 de febrero de 2...

Amadísimo:

Ahora dime: ¿cómo soy en tres palabras?

Esperaba apacible un respuesta, miraba mientras tanto la pared de un marrón tostado, poco profundo y tu fotografía con su respectiva dedicatoria: "Con mucho cariño para la mujer que marcó mi vida" y una fecha muy extraña "2..."

Esas tres últimos puntos suspensivos me llegaron cortantes y dolorosos y dolorosos. Me preguntaba si con eso pretendías que no recordara ese día.

Mientras tu firmabas medio enamorado, yo guardaba hasta tus pares de medias blancas cuidadosamente puestos en tu nuevo closet, el tercer vidrio de tu ventana tipo macuto mas escarchado que los demás y tu caja de papeles muy bien forrada. Mi mente es el único espacio donde te determino y nombro como el perfecto amante.

Dos edificios a los lados, el juego de las líneas que contorneaban la silueta de una pareja a lo lejos. Curiosamente había pensado en enmarcar la foto al revés para sólo contemplar tu caligrafía. Pensaba en aquel día que me dijiste que gastaba mucha tinta mientras yo respondía muda "siempre creeré que gasto aun más papel".

Ahora, vestida de negro, con mis tacones Luis XV, el cabello medio recogido pero despeinado, me dirigía con puño de acero a escribirle a la soledad, elegante como si de una cita predestinada se tratara.

Comencé por contarle de tí, esbozar tu espalda dorada siempre mirándome "de frente". Levanté los ojos para evaluar el contexto: tristísimo. Hasta las hojas de papel son marrones, las sábanas, la mesa, la tablita tallada de un lejano recuerdo, inconveniente para ésta noche (negra también), tinta, mi cámara fotográfica, mi teléfono, mi chicharrita, una chaqueta una camisa y un par de medias (negras también), al menos la bombilla era blanca (sería entonces demasiada oscuridad).

¡Ah el tiempo!. atentaba contra mi memoria, tratando de borrar un rostro que yo quería conservar. Pobre, inmaculada y voraz palabra: amor; se paseaba entre los verbos de mi garganta pero no tenía a nadie con quién hablar. Decidí escribir y seguir removiendo gente. Cecilia apareció tan oportuna a hablarme de poesía negra y de algunas fantasías.

Esperaba aún tu respuesta y tú, inmutable en la distancia como si te hubieran cortado la lengua. Una prosa quería asomarse, la pluma se iba acariciando mas confiada sobre la superficie viciada de algunas lágrimas y decía algo como:

Recae la muerte
seducida por tu silencio
anulando esa palabra que dirías
sino la hubiera yo amenazado antes


¡Escríbeme algo!. Recuérdame en tres palabras por qué siento que te amo. Yo por mi parte, trataré de entender en tres puntos suspensivos por qué necesito erradicarte definitivamente. Aquí, ahora, al lado de tantos vacíos, embriagada de tanta melancolía. Ya te lo había dicho: ME HE ACOSTUMBRADO A PERDER INCLUSO CON LA PALABRA.

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